sábado, 1 de junio de 2019

N° 35 -  Sábado 1 de Junio 2019

Con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio -

MISIÓN ATACAMA

N° 35 – Sabado 01 de Junio de 2019
Comunidad Atacama SS.CC.
Diego de Almagro





- Con un oído en el pueblo
y el otro en el Evangelio -




Mártires del Concilio Vaticano II


El último fin de semana de abril vivimos como comunidad una hermosa experiencia: fuimos a La Rioja a participar en la beatificación de los mártires Mons. Enrique Angelelli, el sacerdote Gabriel Longueville, el hno. franciscano conventual Carlos de Dios Murias y el laico Wenceslao Pedernera.




Partimos en nuestra camioneta el jueves 25 de abril, de madrugada. Nos acompañaba el P. Juan Barraza, párroco de Caldera. Después de una espera de tres horas en el control fronterizo chileno (no por congestión de turistas -de hecho, éramos los únicos-, sino porque al permiso de la camioneta le faltaba la firma del notario), nos adentramos en tierras argentinas de la provincia de Catamarca, y luego en tierras riojanas. Llegamos a La Rioja el jueves en la noche. Allí nos esperaba Ricardo Sotomayor ss.cc. para llevarnos a nuestro lugar de hospedaje.

El viernes 26 nos fuimos a la plaza de La Rioja donde se habían instalado varias carpas en las que se realizaban diversas actividades preparatorias a la beatificación. Tuvimos la oportunidad de conocer personas que fueron testigos que compartieron la vida y la acción pastoral con los mártires. Conocimos también a la esposa y las tres hijas del laico Wenceslao Pedernera. Había en el ambiente una gran alegría. Los testimonios que fuimos escuchando eran conmovedores, por un lado, por la tremenda labor pastoral de estos mártires en favor de los más pobres: los campesinos, las mujeres, los trabajadores. Y, por otro lado, por la reivindicación que significaba esta beatificación, después que la memoria de estos mártires fue vilipendiada constantemente por el Estado y por la misma jerarquía de la Iglesia.




Impactante fue el testimonio de María Rosa, hija de Wenceslao Pederneras que nos contó que su padre se convirtió ya adulto, cuando fue a una novena de la Virgen y escuchó la predicación del sacerdote. De ahí en adelante se comprometió a fondo en la Iglesia, especialmente en la formación de laicos. Nos impresionó también la sabiduría de Mons. Angelelli que supo valorizar las expresiones religiosas del pueblo. Nos ha quedado resonando la frase que tanto repetía: “Con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio”. Por ejemplo, cuando hacía las visitas pastorales iba acompañado de San Nicolás. La visita la hacía con el santo patrono. Y, así, le preguntaba a la gente: “¿Qué le quiere contar a San Nicolás de lo que ustedes viven?, “¿Qué le quisiera pedir a San Nicolás?”.

El sábado 27 nos fuimos temprano al parque donde se iba a realizar la beatificación. El ambiente era de fiesta. Poco a poco fue llegando la gente, entre ellos varios familiares de los mártires. Había también muchas autoridades. La verdad es que echamos de menos una petición de perdón tanto de las autoridades del Estado argentino, como de los miembros de la jerarquía de la Iglesia por la postura permanente que tuvieron contra los mártires que ahora eran beatificados. La celebración fue alegre, acompañada de cantos litúrgicos con ritmos y melodías folclóricas. Todos comentábamos que esta celebración sí que era del pueblo, no como la misa del día anterior que había sido excesivamente formal.

Hubo algunos momentos especialmente significativos: la lectura del decreto de beatificación, la entrada de las reliquias cargadas por los familiares de los mártires, la protesta de algunos “curas en la opción por los pobres” contra la vicepresidenta de Argentina Gabriela Michetti (levantaron un lienzo que decía “Michetti… el gobierno nacional insulta la memoria de nuestros mártires”).



Pero, sin lugar a duda, lo más impresionante fueron las palabras del enviado papal, el cardenal Giovanni Angelo Becciu. Mientras hablaba nos parecía soñar: tanta claridad, tanto sabor a evangelio, nada de eufemismos (de hecho, su homilía fue interrumpida varias veces por aplausos y gritos: “¡Eso es!”, “¡Muy bien!”, “¡Al fin!”). Algunas de sus palabras se nos quedaron grabadas en la memoria:

“Ellos fueron testigos fieles del Evangelio y se mantuvieron firmes en su amor a Cristo y a su Iglesia a costa de sufrimientos y del sacrificio extremo de la vida. Fueron asesinados en 1976, durante el período de la dictadura militar, marcado por un clima político y social incandescente, que también tenía claros rasgos de persecución religiosa. El régimen dictatorial, vigente desde hacía pocos meses en Argentina, consideraba sospechosa cualquier forma de defensa de la justicia social. Los cuatro Beatos desarrollaban una acción pastoral abierta a los nuevos desafíos pastorales; atenta a la promoción de los estratos más débiles, a la defensa de su dignidad y a la formación de las conciencias, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. Todo esto, para intentar ofrecer soluciones a los múltiples problemas sociales.


“Se trataba de una obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado en el Evangelio, en favor de los más pobres y explotados, y realizado a la luz de la novedad del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el fuerte deseo de implementar las enseñanzas conciliares. Podríamos definirlos, en cierto sentido, como ‘mártires de los decretos conciliares’.





“Fueron asesinados debido a su diligente actividad de promoción de la justicia cristiana. De hecho, en aquella época, el compromiso en favor de una justicia social y de la promoción de la dignidad de la persona humana se vio obstaculizado con todas las fuerzas de las autoridades civiles. Oficialmente, el poder político se profesaba respetuoso, incluso defensor, de la religión cristiana, e intentaba instrumentalizarla, pretendiendo una actitud servil por parte del clero y pasiva por parte de los fieles, invitados por la fuerza a externalizar su fe solo en manifestaciones litúrgicas y de culto. Pero los nuevos Beatos se esforzaron por trabajar en favor de una fe que también incidiese en la vida; de modo que el Evangelio se convirtiese en fermento en la sociedad de una nueva humanidad fundada en la justicia, la solidaridad y la igualdad.”



Participar en la beatificación de los cuatro mártires riojanos fue revitalizador. Ver una Iglesia viva, arraigada en el pueblo, con una mística evangélica, cercana a los pobres y su cultura. Fue un aire fresco y un aliciente para soportar este invierno eclesial que vivimos en Chile.

En el viaje de regreso veníamos colmados de alegría. Y, como si eso fuera poco, la alegría fue mayor todavía con la pasada a las termas de Fiambalá y el majestuoso espectáculo de la cordillera de los Andes: los cerros de piedra roja, los infinitos prados amarillos, los guanacos recelosos y curiosos, las montañas de más de seis mil metros de altura, la laguna verde y su espejo de agua, los paisajes que parecían de otro planeta, los flamencos vestidos de gala, etc., etc.


Conmemoración del primero de mayo


El miércoles 1 de mayo tuvimos en la parroquia una conmemoración muy especial por el día de los trabajadores. Estaban presentes varias autoridades de Diego de Almagro, dirigentes sindicales, junto a la comunidad parroquial y otras personas que acogieron nuestra invitación. En total, poco más de 100 personas.

Luego de la bienvenida, cantamos el himno nacional, el cual fue seguido de un breve discurso del Párroco, Alex Vigueras ss.cc. (ver texto más abajo). La gran sorpresa fue el grupo musical que venía de Copiapó: “Las voces del Checo”. Todos quedamos sorprendidos con su tremenda calidad musical, además de un repertorio muy acorde a la celebración del día de los trabajadores y trabajadoras, buena parte del cual eran composiciones originales. Escuchamos también los discursos de Gustavo Rivera, presidente del sindicato de Pirquineros de Diego de Almagro y … presidente del sindicato de profesores. Nos deleitaron también con su música René Vallejos y su hija Coni y el grupo … de la ciudad vecina de El Salvador… Particularmente bellas fueron las coreografías del grupo folclórico local Llajtaymanta. Las personas que asistieron quedaron contentas por la calidad de las presentaciones, los mensajes de los discursos y la atención que recibieron con sopaipillas, té, café, queques, jugos, bebidas, etc.

Así también, los miembros de la comunidad parroquial estábamos satisfechos de este homenaje a los trabajadores que, además, nos hizo vivir algo de esa Iglesia en salida que nos está pidiendo el Papa Francisco.






















Palabras del párroco en el acto del 1 de mayo

Bienvenidas, bienvenidos a nuestra parroquia.

A más de alguien la parecerá extraño conmemorar el día del trabajador y la trabajadora aquí en la parroquia. Tal vez se lo explican porque este sería un lugar neutral. Pero no, como cristianos no podemos ser neutrales.

Una parte relevante de la misión de la Iglesia es manifestar públicamente, por un lado, la dignidad del trabajo; y, por otro lado, la dignidad de la persona que trabaja. En efecto, el trabajo tiene una dignidad esencial porque nos asemeja al Dios creador: el trabajo crea, transforma el mundo, el trabajo es un acto de amor por los nuestros. ¡Cuánto sacrificio soportado para llevar el sustento a la familia! Y, por otro lado, el trabajador y la trabajadora tienen una dignidad que nunca puede ser avasallada. La persona que trabaja no puede nunca transformarse en un simple medio en función de un fin. Ella misma debe ser el fin del trabajo. Es decir, el sentido del trabajo debe ser el bien del ser humano, tanto del individuo como de la comunidad. En el trabajo nos realizamos, se realiza nuestra vocación. La tergiversación de esa prioridad de la persona es lo que escandalizó a Jesús cuando recordó que “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”. Hoy podríamos decir: “el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo”. Esto es lo que en la Doctrina Social de la Iglesia se ha llamado “la dimensión subjetiva del trabajo”.

Es por eso que hoy tenemos la necesidad, la urgencia de denunciar aquello que amenaza a los trabajadores:

-          Un trabajo que los instrumentaliza y, por ello, el trabajador y la trabajadora no tienen un valor en sí mismos, sino solo en la medida en que son útiles al fin de la empresa o la institución. El fin último es el negocio, la ganancia, el mayor lucro posible. Es una visión utilitarista muy extendida en nuestra sociedad.

-          Un desarrollo que prescinde de ellas y ellos. Una manera de aumentar los beneficios es prescindir del mayor número posible de trabajadores, lo cual tiene como consecuencia la cesantía. Y, también, la creciente automatización que va reemplazando progresivamente a los trabajadores por máquinas. Vivimos en una cultura en que el trabajador y la trabajadora son descartables. Y cuánto dolor provoca ese descarte, cuánto sufrimiento de las familias, cuánta sensación de fracaso e impotencia. Cuánta pobreza y miseria y hambre.

-          Un sistema que hace más precarias las condiciones de los trabajadores y trabajadoras: trabajadores a honorarios a los que no se les pagan las imposiciones ni las vacaciones, sistemas de turnos que alargan las horas de trabajo de cada jornada, bajos sueldos.

En este contexto volvemos a decir: somos discípulos de Jesús, que se puso del lado de los más vulnerables, que denunció la opresión y la injusticia, que nos invitó a creer en nuestra dignidad sagrada de hijos e hijas de Dios. Y que nos invitó a construir un mundo donde esa dignidad resplandezca.

Somos herederos de una tradición profética que denunció la hipocresía, la usura, el aprovechamiento de los ricos y poderosos; y defendió el derecho de las viudas, los huérfanos y los pobres.

Con los profetas, con Jesús, queremos ponernos una vez más del lado de ustedes, del lado de los trabajadores. Por eso estamos aquí y queremos que sientan esta parroquia como su casa. Gracias.



Breves



Visita de Felipe, hermano de Claudio Carrasco


Desde el martes 21 de mayo hasta el domingo 26, nos visitó Felipe, hermano menor de Claudio Carrasco. Durante esa semana aprovechamos de llevarlo a conocer algunas de las atracciones de esta zona: el Salar de Pedernales, la Finca, la Viñita. Era la primera vez que visitaba el norte y, por eso, quedó muy sorprendido con los paisajes y, especialmente, con el desierto. Fueron días en que aprovechó también de descansar, leer, visitar la feria y algunas familias.





Encuentro de catequistas del Valle Norte

El sábado 25 de mayo se realizó en nuestra parroquia el primer encuentro de año de las y los catequistas del Valle Norte. Participaron catequistas de la parroquia de Chañaral y Diego de Almagro. Cada año las y los catequistas (catequesis familiar, bautismal, matrimonial, juvenil y prejuvenil) se reúnen en cada valle (norte, centro y sur) de la diócesis para recibir formación. Esta vez el tema -dado por la hermana Anita Schiavoni- fue el kerygma como núcleo esencial de la evangelización y, por tanto, de la catequesis.




Rostro: Ofelia Mondaca Brevichet



Cuéntenos algo de su familia

Nací en la Oficina Salitrera Catalina, cerca de Tal Tal, en 1958. Actualmente vivo con mi mamá, mi hija y tres nietos. Éramos 13 hermanos, pero 4 fallecieron cuando eran guagüitas. De los 9 que quedamos en esa época yo era la cuarta. Actualmente quedamos solo 6. Nos vinimos desde la Oficina Salitrera a Diego de Almagro cuando yo tenía 4 años. Mi papá falleció joven, a los 39 años, de silicosis, pues había trabajado en las minas desde que era niño. También era asmático. Cuando él murió yo justo estaba saliendo de octavo básico y tenía hermanitos y hermanitas de seis meses, dos años, cuatro años, así es que me tuve que poner a trabajar. Por esa razón tuve que continuar los estudios en la escuela nocturna. Hice toda la enseñanza media en la nocturna. Lo pasaba bien allí, nos llevábamos bien. En esa época no existía el bullying, éramos todos iguales. Nunca me sentí mal. La verdad es que no me costó el cambio a la nocturna. Creo que ayudó el hecho que éramos un curso pequeño de solo 7 alumnos, pues el liceo llevaba recién dos años funcionando. Mi mamá también tuvo que trabajar lavando y planchando. En esa época teníamos una amasandería, así es que yo me puse a trabajar allí como vendedora. Pero eso no funcionó. Tuvimos que cerrar como a los dos años. Ahí yo me fui a trabajar un tiempo a Salvador y, después, a Tal Tal, como vendedora en una tienda. Desde allá le enviaba cosas a mi mamá y a mis hermanos y hermanas. Pero luego regresé a Diego de Almagro porque mi mamá estaba sola. Tenía 23 años y llegué con mi hija que había nacido en Antofagasta. Había tenido una pareja con la que tuvimos a esta hija. Pero después de un tiempo nos comenzamos a llevar mal, así es que yo me vine no más.

¿En qué trabaja actualmente?

Trabajo en repostería. Hago tortas, roscas. Cuando la cosa está floja hago también empanadas o brazos de reina. Hago cosas y las ofrezco y las vendo. Las tortas las hago por encargo. Nunca tengo tortas hechas porque no me gusta vender cosas añejas. Gracias a Dios que no me falta padre, si de eso vivimos. Mi mamá tiene su jubilación de 100 mil pesos. Tal vez no es mucho lo que gano, pero gracias a Dios nunca me falta. ¡Nunca me falta! A veces no tengo tanto trabajo, pero no me falta. Lo bueno es que compro la harina, el manjar por cantidades grandes, entonces cuando no tengo mucho dinero, tengo al menos los materiales para seguir trabajando. Un tiempo me enfermé de los hombros de tanto amasar con el uslero y me enfermé también de la columna. Ahora tengo algunas máquinas que me han aliviado un poco el trabajo.

¿Qué buenos recuerdos tiene de su niñez?

Cuando uno es chica vive como pájaro, no alcanza a darse cuenta de lo que pasa en la vida, de lo malo. Nuestra mamá nos dio mucho cariño, y nunca nos faltó para comer. Teníamos, entonces, lo principal. Entre los hermanos nos llevábamos bien, aunque con uno de ellos peleaba harto porque era muy alzado con mi papá; pero después nos quisimos mucho. Siempre nos ayudamos mutuamente. Éramos muy unidos. Hubo momentos difíciles, pues mis hermanas chicas no tenían lo que necesitaban. Pero lo más importante fue el cariño de mi mamá. Nos faltaron muchas cosas materiales, pero nunca nos faltó el cariño. Mi mamá nos mantuvo bien unidos.

¿Y cómo fue surgiendo en usted la fe?

Cuando era chica siempre escuchaba a mi mamá. No íbamos a la Iglesia -no había tiempo, pues nos pasábamos todo el día trabajando-. Siempre le rezábamos al Señor y a la Virgen. Ahí nos entró la semillita de la fe. Pero después, cuando mi hija hizo la primera comunión, yo empecé a participar. La hermana Anita Estévez, de las Obreras de la Cruz, me invitó a la comunidad que recién había fundado. Yo me integré y me gustó mucho. Blanca con Luis me prepararon a la primera comunión con mi hija. Eran temas hermosos, a mí me gustaba mucho ir. ¡No faltaba a esas reuniones! Después me quedé en la comunidad con Anita, como dos o tres años. El año 1995 ella tenía que irse de Diego y, por eso, le dijo al p. Eduardo Ávalos: “La Ofelia se va a hacer cargo del grupo”. Así es que quedé a cargo. Yo no quería, no me sentía preparada. Después hice un curso de teología de seis meses, en un plan a distancia que ofrecía la Universidad de Antofagasta. Éramos como 7 de la parroquia haciendo el curso. El p. Eduardo nos enseñaba, nos hacía las pruebas y las mandaba a Antofagasta. Eso me ayudó bastante. Y después, ¡tantos cursos de formación que hemos tenido! Tuvimos mucha preparación con el P. Eduardo, el P. Francisco Javier Medina. En esos cursos de teología a veces hay cosas que uno no comprende, cosas que son como contradictorias con la fe que una tenía. Esas cosas eran las que el padre nos explicaba. Creo que es por eso que muchas personas que estudian teología dejan la fe de lado. Lo importante es la fe en el Señor. Siempre le pido a él que aumente mi fe.

Desde ese tiempo soy guía de la comunidad, hasta ahora. Nadie quiere ser guía porque a la gente le cuesta asumir compromisos. ¡Llevo como 25 años a cargo de la comunidad! La gente dice que no está preparada. De la comunidad original quedan como tres. Ya han fallecido 8 personas del grupo original. Durante un tiempo fui también coordinadora de las Comunidades de la Parroquia.

Cuéntenos algo de la vida de su comunidad

En mi comunidad estamos bien unidas. Todas somos iguales y por ello no podemos hacer distinciones. La comunidad ayuda para ir cambiando como persona, porque uno va aprendiendo la Palabra de Dios. Uno hace cosas malas, cosas que no debe, pero la palabra de Dios nos va enseñando a sacar lo malo que tenemos, a ser mejores personas. En la comunidad las personas comparten su vida. Hemos pasado momentos alegres, otros de tristeza. Hay personas que han sufrido mucho durante su vida. En una ocasión nos tocó un tema en el que teníamos que recordar nuestra niñez. A mí me gustó ese tema -la niñez solo me evocaba felicidad- y lo llevé a la comunidad pensando que iba a ser una bonita reunión. Nunca imaginé que una de las personas de la comunidad hubiese sufrido tanto desde chica. Había sufrido una y mil cosas malas de parte de su mamá y su abuela. Me sentí muy mal. También compartimos las cosas alegres. Eso es bueno para nosotros.

La Palabra de Dios es lo principal. Lo primero que vemos en cada reunión es el tema con el texto bíblico. Se va desmenuzando la palabra de Dios. Vamos aprendiendo de todas. Todas, todas participan en la comunidad, ninguna se queda callada. Hay personas que no saben leer pero entienden mejor que nosotros, nos dan clases, son muy sabias. Yo les digo que no se tienen que sentir mal. Tenemos que respetarnos pues todas somos distintas. Igual hay problemas porque somos diferentes, pero nos hemos ido adaptando.

A usted se le ve siempre de buen ánimo, ¿cómo lo hace cuando hay conflictos?

Yo le pido mucho al Señor. Yo creo que él me ayuda, me da fortaleza. Un tiempo teníamos una persona en la comunidad que era muy alterada y conflictiva. Le hacíamos ver y ella después pedía perdón. Siempre le pido al Señor que nos ayude a ser mejores personas; es lo que le digo siempre a la comunidad. No podemos hacer siempre lo que nosotros no más queramos. Igual con mi mamá tenemos conflictos y con los niños, pero no pasan a cosas más graves porque las arreglamos antes.

¿Cómo vive su propia experiencia de fe?

Yo todos los días, cuando me despierto, le doy gracias al Señor por el día y rezo el rosario antes de levantarme. Mi mamá hace lo mismo. Si tengo que levantarme muy rápido también lo hago. Por ejemplo, ayer con mi mamá tuvimos que ir al hospital, así es que recé el rosario en el hospital. Yo oro mucho. Todo el día estoy trabajando y orando a la vez, pidiéndole al Señor por tantas cosas. El rosario lo rezo lleno de oraciones: en el primer misterio rezo pidiéndole perdón al Señor y dándole gracias por lo que me da cada día; en el segundo misterio le pido al Señor por el Papa y por toda la Iglesia católica, por los sacerdotes, y por lo que no creen, para que aumente nuestra fe; en el tercero pido por todos los enfermos de nuestra familia y todos los enfermos en general, en especial por los que sufren más; en el cuarto pido por nuestro pueblo, las autoridades, las personas más necesitadas, para que él nos proteja de catástrofes; y en el quinto hago peticiones más generales, pido por mi familia, para que nos mantenga siempre unidos, para que nos consuele cuando algunos se van.

Siempre leo y medito la Palabra y voy sacando lo que el Señor me quiere decir, las cosas que tengo que arreglar, lo que tengo que hacer. En la noche también rezo, antes de acostarme. Le agradezco al Señor por el día, por las personas que necesitan, le pido por muchas cosas. Durante el día igual estoy haciendo cosas y orando, para que nos de la fuerza y no decaigamos como cristianos.