N° 33 - Martes 20 de Marzo de 2019
- Inspirados por Enrique Moreno -
MISIÓN ATACAMA
N° 33 – Martes 20 de Marzo de 2019
Comunidad Atacama SS.CC
Diego de Almagro
INSPIRADOS
POR ENRIQUE MORENO
Primer aniversario de la pascua de Enrique Moreno
El domingo 10 de marzo celebramos el primer aniversario de la pascua de Enrique Moreno. Corrimos un poco la fecha (25 de febrero) para facilitar que la gente pudiera participar. Fue una hermosa celebración, preparada y animada por la comunidad “Enrique Moreno”, más conocidas como “Las Enriquetas”.
Malfi, de la comunidad Enrique Moreno, Paola, del equipo que trabaja con inmigrantes y Raúl, nuestro diácono, compartieron aquello que más los marcó en su relación con Enrique. No deja de impresionar lo profundo del impacto que Enrique provocó en tantas personas ¡y en tan poco tiempo! Eso es reflejo de una vida completamente volcada al servicio de las personas. Una vida que ya estaba sólidamente anclada en la amistad con el Señor. Por eso Enrique Moreno no es solo un recuerdo. Es también una inspiración.
Aprovechamos de agradecer también a la familia de Enrique que ha seguido vinculada con nuestra parroquia, ayudándonos, por ejemplo, con las cajas de Navidad que pudimos llevar a tantas familias necesitadas.
Recordamos también a Enrique cada vez que sale al aire el programa Aclaró en el 98.3 de Radio Bahía, pues cada sábado a las 9 de la mañana es su voz la que abre el programa. Esa presencia de hermano mayor, de testigo fiel, nos alienta y nos da confianza para el camino.
Fiesta de la Candelaria 2019
Del 1 al 4 de febrero nos fuimos a Copiapó para la fiesta de la Candelaria. Este año participaron de la parroquia los bailes “Comanches, Guardianes de la Virgen del Carmen”, “Baile Mixto número 1, Virgen de los Dolores” y “Caporales de la Virgen del Carmen”.
Fue un tiempo de fiesta en que agradecimos todo lo que hemos recibido del Señor y volvimos a encomendarnos al amparo de la Candelaria. Para los bailes fue una experiencia gozosa de volver a encontrase con personas que vienen de diferentes lugares del país. En la Candelaria se reencuentran las familias. Asimismo, fue un tiempo para reconciliarse, volver a mirarse como comunidad que camina unida. En efecto, algunos bailarines habían partido a la Candelaria sin mucho ánimo: los conflictos en el baile habían sido frecuentes, estaba cundiendo el desánimo. Sin embargo, la fiesta hizo el milagro de sanar, animar y reconciliar.
Durante esos días aprovechamos de celebrar el cumpleaños de nuestro párroco Alex Vigueras (el 3 de febrero). Una celebración muy producida y preparada (a decir verdad, improvisada, chiquitita… queda el desafío para el 2020) en la que hasta cantamos el cumpleañosfeliz acompañados con banda de bronces. Fuera de broma, fue una celebración sencilla y llena de cariño.
Tenemos la impresión de que la fiesta ha sido eficaz en comunicar alegría y ganas de seguir adelante a la pastoral de los bailes religiosos. Eso se reflejó en el buen espíritu que se vivió en la primera reunión que tuvimos como asociación. Además, se nos comunicó la buena noticia de que este año se refundará el ya legendario “Baile Rojo”.
A partir de este año será Gabriel Horn el hermano que acompañará a los bailes religiosos, en reemplazo de Javier Cárdenas.
Jornada del Consejo Pastoral Parroquial
Los días sábado 9 y domingo 10 de marzo se realizó la jornada de inicio de año del Concejo Pastoral Parroquial. Nos fuimos a una casa de jornadas que está en la Playa Loreto, cerca de Caldera. Fueron dos días de trabajo intenso y de pasarlo bien juntos.
Comenzamos la jornada con un trabajo en grupos en que cada uno contó cuáles habían sido las alegrías, tristezas y preocupaciones del último tiempo. Fue una experiencia conmovedora escuchar a cada uno de los que abrió su corazón con total transparencia. Esto nos ayudó a tomar conciencia cómo, a menudo, lo que le pasa a las personas queda en un plano secundario, absorbido por el trajín pastoral de cada día. Nos sentimos invitados a cuidar la dimensión del encuentro y el diálogo como nota fundamental de nuestra pastoral.
Luego nos dedicamos a estudiar los nuevos estatutos del Consejo Pastoral: objetivos, modo de funcionamiento, integrantes, etc. Hay que reconocer que quedamos un poco decepcionados al ver que los nuevos estatutos no logran superar una concepción clericalista. Nos pareció que todavía el párroco tiene demasiadas atribuciones y, lo más importante, esperábamos una función del Consejo que fuera no solo consultiva, sino también resolutiva. En todo caso queremos comenzar a vivir en nuestro Consejo aquello que podría marcar una presencia más protagónica del laicado, que sirva de antídoto al virus clericalista que tanto daño ha causado en la Iglesia.
También nos dedicamos a pensar cuáles serían los ámbitos más relevantes de la tarea misionera de la parroquia para este año 2019. Hubo bastante consenso en que debemos dedicarnos, sobre todo, a la pastoral juvenil que ha estado de capa caída en el último tiempo. De la presencia de jóvenes depende la vitalidad de hoy y futura de nuestra comunidad. Vimos también que debemos cuidar y estimular la vida de las Comunidades Cristianas de Base (CCBs), promoviendo la formación de nuevas comunidades y animando a las que están más frágiles. Aparecieron también como tareas prioritarias la defensa del medio ambiente y la preocupación por los migrantes.
Conversamos también sobre la manera de realizar la reunión del Consejo, buscando las formas de recoger mejor la vida de los diferentes grupos pastorales, dando espacios para que todos puedan participar.
En fin, quedamos con la sensación de haber vivido unos días en los que apareció el cariño que nos tenemos unos por otros y las ganas de servir a la comunidad. Especial mención merecen las personas que nos ayudaron en la cocina: Carmen, su hija Verónica y su nieta Trinidad, que nos deleitaron con exquisitos manjares e hicieron de esta jornada un evento inolvidable (también por los kilitos de más que nos llevamos de vuelta). Agradecemos también a Ninoska y Danieska que nos ayudaron con la locomoción.
Rostros
Claudio Carrasco ss.cc.
Claudio Carrasco ss.cc.
Claudio es el hermano que se integró a nuestra comunidad de Atacama. Por eso aprovechamos de hacerle algunas preguntas para que lo conozcamos más en profundidad.
Cuéntanos algo de tu niñez y de tu familia
Nací el 10 de noviembre de 1973 en Santiago. Mi madre se llama Luz, mi padre Arnoldo. Tengo una hermana un año menor, Isabel, y un hermano 10 años menor, Felipe. Con mi hermana hicimos juntos toda la enseñanza básica. En esa época vivíamos en Malloco.
El accidente que sufrí aproximadamente a los 7 años cambió mi vida y la de mi familia. Venía en una micro repleta de gente por el camino a Melipilla, sentado en una banca en la parte de atrás (así era en los buses antiguos). Repentinamente el chofer perdió el control y caímos en una zanja, con la mala suerte que el bus cayó de cola, razón por la cual recibí todo el impacto de las personas que me aplastaron. Nos tuvimos que trasladar a Santiago por mis tratamientos, dado que había quedado con múltiples lesiones: fracturas en la mandíbula, en la pierna, un injerto que tuvieron que hacerme en el pecho. No tengo muchos recuerdos de niño por eso mismo, tengo solo algunas imágenes, como fotografías. Me acuerdo del tiempo de recuperación con fierros en la cara, con la pierna colgando también con unos fierros para volver a armarla. Fue un tiempo en que leí hartas historietas. Podía comer solo crema de leche y quesillo; comí tanto que me hastiaron hasta ahora.
En esos años mi papá quedó cesante, porque trabajaba en Crown, una empresa que se dedicaba a hacer las tapas de las bebidas y los envases de bebidas y conservas. La crisis de los 80 y el cambio de obreros por máquinas provocó un despido masivo. En Santiago vivíamos en una casa que nos prestó un tío. Mi papá tuvo que empezar a trabajar en la construcción, que fue lo único que pudo encontrar rápido. Y eso, a la larga, tuvo consecuencias importantes en su salud. Esos fueron períodos de mucha pobreza, porque mi papá se gastó todo lo que tenía en los gastos de la casa. Era tanto que muchas veces teníamos solo la opción del pan y el té, y los almuerzos en el colegio. Teníamos que ir a pedir fiado a los negocios y, muchas veces, ya no nos querían fiar por las deudas que teníamos. Después, nos fuimos a vivir con nuestra abuela materna. Y, después que falleció, nos quedamos a vivir en su casa. Con mi hermana nos cambiaron -para hacer el sexto básico- al colegio Domingo Savio de los Salesianos. Ahí conocimos al cura Hugo que fue muy cercano con nosotros, nos ayudó bastante: nos daba ropa, zapatos, nos daba ánimo. Eso fue bien marcante. Fue un tiempo bueno. Era un cura que estaba enfermo y, por eso, aparecía solo de vez en cuando en el Colegio.
¿Algún otro recuerdo de tu de juventud?
Después nos fuimos a vivir a comuna de Pedro Aguirre Cerda. Estuvimos allí, en un colegio municipal cursando 7 y 8vo y luego la educación media. Mi hermana se orientó hacia lo Comercial en el INSUCO y yo estudié electricidad en un colegio de la Sociedad de Fomento Fabril. En ese tiempo comencé a tener mayor participación en lo estudiantil, tanto en la confederación de estudiantes de colegios secundarios, como en el centro de estudiantes del colegio; yo representaba a los alumnos ante el consejo de profesores. Además, me conseguía pequeñas pegas en la biblioteca y en el departamento técnico. También me pedían -como me iba bien en los trabajos de planos- que hiciera las letras de los diplomas de todos los cursos que egresaban del Colegio, utilizando los mismos moldes que se usaban para los planos. Como nunca fui bueno para las matemáticas -y en el colegio, de 14 ramos que teníamos 10 eran matemáticos- fue bien sufrida mi enseñanza media. Lo técnico no me costaba, pero lo matemático sí. Salí a duras penas, pero salí.
¿Cómo conociste la Congregación?
Mientras vivía en Pedro Aguirre Cerda y estudiaba en el Liceo, un compañero de curso participaba en las colonias urbanas de la parroquia San Pedro y San Pablo y nos invitó a hacer una fiesta para reunir fondos para el paseo de fin de año de su curso del colegio. Me vinculé con este grupo donde él participaba. Hicimos una fiesta comercial y ahí conocí el grupo de las colonias urbanas. Al poco tiempo me integré al equipo, primero como tío y, luego, como dirigente. Eso fue desde el año 1987 a 1992, más o menos. Conocí a los hermanos que trabajaban en la comunidad san Juan y san Pablo: Sergio Silva, Eduardo Pérez Cotapos, Rafael Domínguez, que era estudiante; conocí también como estudiante a Fernando León que trabajaba en otra capilla.
¿Qué fue lo más relevante en el tiempo de la formación inicial en la Congregación?
Me costaron mucho los estudios. Yo venía de un colegio técnico en el que los ramos humanistas eran muy pocos. Fue difícil entrar en el mundo de las letras. Me di varios porrazos con hartos ramos reprobados, sobre todo en filosofía. Con el tiempo uno empieza a entender más. No como me hubiera gustado por las notas, pero sí por los niveles de comprensión a los que llegué, sabiendo todo lo que me había costado avanzar.
En la Congregación me gustó mucho el trato horizontal entre los hermanos mayores y menores. Se vivían relaciones llanas, cercanas. En mi discernimiento vocacional había conocido otra Congregación en la que las relaciones eran verticales, duras, de distancia. Creo que por eso me llamó tanto la atención lo que vi en los ss.cc.
Durante algunos años estuviste en Perú como misionero, cuéntanos algo de esa experiencia.
Efectivamente, estuve en Perú desde el año 2008 al 2011, en un pueblo de la selva llamado San Juan del Oro. Fue un tiempo bueno. Lo que uno agradece es la posibilidad de vivir en un ambiente totalmente distinto, en un país distinto. Allí uno tiene que aprender a ser humilde, en el sentido de aprender de las costumbres y de lo que al otro le interesa y le gusta, en un lugar donde tú no tienes la última palabra, porque siempre la naturaleza tendrá la última palabra. Tú puedes hacer programas, pero la naturaleza dirá si lo podrás llevar a cabo o no (por las lluvias, cortes de camino, accidentes, etc.). Es gente muy amable, muy cariñosa. En la vida del pueblo se hace la experiencia de que la vida está conectada con la naturaleza. Me quedó grabada una frase que alguien me dijo una vez: “Nosotros salimos cada mañana tomados de la mano de la vida y de la muerte, y solo con una de ellas regresamos a casa”. En esa cultura uno va entrando donde la gente va abriendo las puertas y los corazones. Yo buscaba siempre entender y comprender. Poco a poco me fui conectando con lo que para ellos era importante: el amor a la vida, a la fiesta como celebración del tiempo que uno pasa en la tierra. No se puede concebir una vida en el altiplano o en la selva sin la fiesta, sin el agradecimiento a Dios, a la Pachamama: por los dones, por la familia, por la historia, por todo lo que les regala.
¿Qué te significó ser párroco de San Damián de Molokai durante 7 años?
Lo más relevante es la conciencia de que uno está para ayudar y para servir. Traté de tomarme bien a pecho lo que significa ser párroco, en el sentido de la cura de las almas y en el sentido de que se te encomienda una comunidad para que la acompañes, no solo en lo litúrgico, sino ser acompañante al estilo de Jesús pastor. Eso ha sido desafiante y también me produce tristeza, porque cuando uno toma conciencia de las limitaciones personales, se siente en deuda. A la distancia veo lo que pude hacer mejor. Estos años de párroco pude aprender a descubrir cómo Dios me llamaba en el servicio en el que me había comprometido. Fui tomando conciencia de que no era solo la Congregación la que me encomendaba este servicio, sino también la Iglesia de Santiago y la propia comunidad que me recibía. No fue fácil estar en Damián, porque uno entra a la historia de una comunidad; que es la suma de tantas personas, tantos dolores, tantas alegrías. Y cuando uno se mete no queda inmune a esos mismos dolores y cansancios. En un servicio así hay muchas cosas de las que te enteras y otras no, muchas cosas en las que no puedes participar por ser una parroquia tan grande con seis capillas y la sede parroquial. Ahora estoy agradecido porque el Señor me permitió vivir una historia por 7 años en esta comunidad que me enseñó a seguir los pasos de Jesús al estilo de Damián de Molokai.
Una iniciativa importante en estos años fue el comedor para personas de la tercera edad, ¿cómo surgió esa idea?
Esto comienza no por iniciativa mía. Aquí fui como los delanteros en el fútbol, cuando hay oportunidad para una jugada de gol. Así una de las personas de la pastoral social, Ana Tejo propuso el proyecto y nos comenzamos a preguntar -a propósito de la misión en Santiago- cuáles eran los frentes donde había que actuar. Ella había se había capacitado y captado que los adultos mayores del sector, si bien es cierto tenían dinero para poder cocinarse, no tenían capacidad de hacerlo y estaban mal alimentados; entonces, los grados de desnutrición iban aumentando, así como la prevalencia de diabetes. Nos dimos cuenta de que el problema no era solo la salud física, sino también la salud mental. Las personas de la tercera edad terminaban comiendo solos y eso los iba enclaustrando y les dañaba la salud. Entonces el comedor surgió con esos dos objetivos: ayudar en la situación más concreta de la alimentación y, también, lo que tiene que ver con la salud mental y espiritual. Actualmente funciona de lunes a viernes con unas 45 personas. Se mantiene con donaciones y el trabajo de personal voluntario.
Otra experiencia relevante ha sido la escuela de español para haitianos ¿cómo fue que se creó ese espacio?
Todo comenzó cuando los hermanos haitianos comenzaron a hacerse visibles en el sector parroquial. Comenzamos a conversar con ellos y nos dimos cuenta de que el mal manejo del idioma les dificultaba encontrar trabajo. Le pregunté a una profesora normalista jubilada si se animaba a trabajar en la enseñanza de español. Ella aceptó. El inicio fue muy rápido. Teníamos que empezar para saber lo que necesitábamos. Llevamos ya 3 años. Actualmente no hay una gran cantidad de alumnos como lo hubo el primer tiempo. En esto nos ha ayudado mucha gente, cada uno ha aportado desde su experiencia. Además del español se enseñan también chilenismos y formas de relacionarse propias de Chile. Funciona de lunes a jueves, desde las 19:30 a las 21:00. También es una posibilidad para acompañarlos en situaciones más complejas. Les damos ropa y un poco de alimento, un grupo de voluntarias se dedicaban a esto y algunos grupos de las comunidades se sumaron a este servicio algún tiempo. En todas nuestras clases siempre hay algo que comer, para que ellos puedan aprender y descansar, pues habitualmente vienen de jornadas extenuantes de trabajo o búsqueda de trabajo sin haber comido nada. También les ayudamos en los trámites de extranjería cuando era posible y en lo relacionado a los contratos de trabajo.
¿Qué sientes al llegar a Diego de Almagro?
Desde una perspectiva más vocacional, creo que el Señor nos va llamando siempre a servicios muy distintos y he tratado de estar siempre dispuesto a ir donde me pidan, aunque también yo tengo sueños que espero que en algún momento se puedan concretizar. Para mí es importante el servicio donde sea. Diego de Almagro es totalmente nuevo para mí. Había estado en lugares con mucha vegetación y abundante agua (Valdivia, la selva del Perú), y ahora me toca vivir en un lugar muy distinto…distinto y bello. Para mí la mayor dificultad no es el lugar geográfico donde llego, sino aprender a conocer a las personas, relacionarme. Dejar que Dios hable y nos diga por dónde tenemos que ir en este camino. Yo estoy contento. La llegada a Diego de Almagro fue bella, desde la llegada en la oscuridad de la mañana con una neblina muy espesa. Me he sentido cómodo con la temperatura. Me he sentido en mi casa. Confieso que el hecho de pensar que ahora comienza una historia nueva me pone algo ansioso. En estos días estoy en un proceso de trabajo con mi dentadura y eso no me deja tan libre como para estar en Diego ahora ya.
En los días que estuve en Diego participé en la jornada del Consejo Pastoral Parroquial. Quedé con la sensación de una comunidad que está buscando, que tiene opinión. Es una comunidad que lucha y busca avanzar. Me llamó la atención la preocupación por el medio ambiente, por el fortalecimiento de las comunidades de base (que para mí son muy importantes, pues ellas son la comunidad de Jesús: que escucha al maestro y abre ojos y oídos para captar lo que está pasando y ponerse en acción), la búsqueda de servir al Señor en los bailes religiosos (que son expresión de que Dios no nos deja solos y a cada uno le da la posibilidad de servir y amar a través de los dones que le ha dado: la música, el baile, el colorido).
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